lunes, 30 de junio de 2008
El Testimonio del Profeta Joseph Smith
La siguiente narración se extrajo de la historia escrita por el propio José Smith y relata con sus propias palabras algunos de los acontecimientos que lo llevaron a organizar La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Ultimos Días.
Nací en el año de nuestro Señor, 1805, el 23 de Diciembre, en el pueblo de Sharon, condado de Windsor, estado de Vermont. Cuando yo tenía alrededor de diez años, mi padre, Joseph Smith, mudó a nuestra familia de Vermont a Palmyra en el condado de Ontario (ahora llamado Wayne), en el estado de Nueva York. Unos cuatro años máss tarde, nos mudamos al pueblo de Manchester; en el mismo condado de Ontario.
Hacía poco más de un año que viviamos en manchester cunado se produjo allí una gran agitación religiosa.
Comenzó con los metodistas; pero pronto se extendió a las demás sectas de la comarca afectando a toda la región. Grandes multitudes se unian a las distintas iglesias creando conmoción y desunión entre la gente. Unos decian "He aquí la verdad", y otros afirmaban que sólo ellos tenían razón. Unos contendían a favor de los metodistas y otros a favor de los presbiterianos o de los bautistas.
A pesar del gran amor que los conversos afirmaban sentir al momento de su conversión y del gran fervor manifestado por los clérigos respectivos, que activamente fomentaban este ambiente de fanatismo religioso con el fin de convertir a todos, según ellos, no importaba a qué secta fuera, cuando la gente comenzó a dividirse y a unirse unos a una iglesia, y otros a otra, se vio que los buenos sentimientos tanto de los clérigos como de los conversos eran más fingidos que reales; porque enseguida se produjo una escena de gran confusión y antagonismo - sacerdote contra sacerdote y prosélito contra prosélito - perdieron todos los buenos sentimientos que pudieron abrigarse en una guerra de palabras y opiniones.
Por esa época yo tenía unos catorce años. Mi padre, mi madre Lucy, mis hermanos Hyrum y Samuel Harrison, y mi hermana Sophronia se convirtieron a la Iglesia Presbiteriana. Durante esos días de tanta agitación me sentí muy confuso y reflexioné mucho, pero , no obstante la intensidad de mis sentimientos, me mantuve apartado de todas esas sectas, aunque asistia a sus reuniones cada vez que podía. Al poco tiempo empecá a inclinarme por las creencias de los metodistas y hasta pensé unirme a ellos, pero la confusión y las discusiones entre las diferentes denominaciones eran tan grandes que era imposible que alguien tan joven como yo y con tan poca experiencia, decidiera con precisión quién tenía la razón.
Tan grande era el alboroto que a veces me llenaba de inquietud. En medio de esa guerra de palabras y tumultos de opiniones, muchas veces me pregunté lo que podría hacer. ¿Cuál de ellas tendría la verdad? o ¿sería que todas estaban equivocadas. Si alguna fuera la verdadera, ¿cómo podría averiguarlo?.
Un día, sintiéndome agobiado por las preocupaciones causadas por las discusiones acaloradas entre las iglesias, estaba leyendo la Epístola de Santiago, capítulo 1 versículo 5, que dice: "Y si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría , pídala a Dios el cual da a todos abundantemente, y sin reproche, y le será dada".
Ningún pasaje de las Escrituras penetró el corazón de un hombre con más fuerza que éste el mío. Pareció introducirse en mí con gran intensidad, tanto, que me dio mucho que pensar porque realmente necesitaba sabiduría de Dios, porque no sabía qué hacer, y si Dios no me iluminaba, nunca lo sabría, debido a que los maestros de religión de las muchas sectas interpretaban el mismo pasaje de las Escrituras de maneras tan distintas que ya había perdido la esperanza de encontrar la respuesta leyendo la Biblia.
La primera visión
Finalmente, llegé a la conclusión de que si no quería seguir en las tinieblas y en la confusión tendría que hacer lo que Santiago aconsejaba, o sea, recurrir a Dios. Al fin tomé la decisión de " pedirle a Dios ", razonando que si El daba sabiduria en abundancia a los que la necesitaban, sin reprocharles nada, yo podría intentarlo.
Por consiguiente, de acuerdo con esta resolución de recurrir a Dios, la mañana de un hermoso día de la primavera de 1820, fui a una arboleda a orar. Era la primera vez en mi vida que iba a hacer algo así, porque a pesar de que me había sentido muy angustiado, hasta ese entonces no se me había ocurrido orar en voz alta.
Después de apartarme al lugar que previamente había designado, mirando a mi alrededor y confirmando que estaba solo, me arrodillé y empecé a dirigir a Dios mi pedido. Apenas había comenzado cuando súbitamente algo se apoderó de mí dominándome por completo. Tanto era su poder, que se me trabó la lengua y no pude hablar.
Todo se oscureció a mi alrededor y por poco tiempo me pareció que me esperaba una destrucción segura.
Pero, esforzándome al máximo para pedirle a Dios que me librara de las garras de este enemigo que me tenía sujeto, y en el preciso instante en que iba a dejarme vencer por la desesperación y a entregarme a la destrucción - no a la causada por una fuerza imaginaria, sino al poder de un ser invisible que ejercía sobre mí una fuerza tan asombrosa que no se parecía a nada de lo que yo había sentido antes - precisamente en ese instante crucial, vi una columna de luz más brillante que el Sol exactamente arriba de mi cabeza, que descendio gradualmente hasta posarse sobre mí.
No bien apareció esta luz, me vi libre del enemigoque me tenia sujeto. Cuando reposó sobre mí, vi en el aire arriba de mí a dos Personajes cuyo fulgor y gloria no admiten descripción. Uno de ellos me habló llamándome por mi nombre y dijo señalando al otro:"Este es mi hijo Amado,¡escúchalo!.
Al orar a Dios, mi objetivo era saber cuál de todas las sectas religiosas estaba en lo correcto para unirme a ella. Por lo tanto, en cuanto rtecobré fuerzas pregunté a los Personajes que estaban en la luz arriba de mí, cuál de las iglesias era la verdadera y a cuál debía de unirme.
Se me dijo que no debía de unirme a ninguna, porque todas estaban equivocadas; el Pesonaje que me habló me dijo que sus creencias eran detestables ante El; que todos los ministros de religión se habían corrompido; que se acercaban a El de palabra pero su corazón estaba alejado de El; que enseñaban mandamientos humanos que tenían solo parte de la verdad divina, como si fuera doctrina, pero sin reconocer el poder de lo Alto.
Otra vez se me prohibió que me afiliara a alguna de ellas y mr dijo muchas otras cosas que no puedo escribir en esta ocasión. Cuando volví en mí, me encontraba tendido de espaldas mirando al cielo.
Unos días después que tuve esta visión, me encontraba en compañia de uno de los predicadores metodistas, uno que era muy activo en la mencionada evangelización y, conversando con él, aproveché la oprtunidad para contarle la visión que había tenido. Su conducta me sorprendió: no sólo no le dio importancia a mi relato sino que con mucho desprecio me dijo que era todo del diablo, que no había en esa época tal cosa como revelaciones o visiones, que todo eso había terminado con los Apóstoles y que nunca más sucedería.
Pronto descubrí que entre los profesores de religión mi relato había despertado mucho prejuicio en contra de mí y debido a eso comenzaron a acosarme cada vez más. Aunque yo era un muchacho no muy conocido de unos catorce años, y no tenía ninguna influencia en la comunidad, hombres de importancia en la región hostigaron al pueblo y provocaron una persecución cerrada en contra de mí, en la que participaron unidas todas las sectas.
En ese entonces y muchas veces depués, esto me dio mucho que pensar. Fue algo extraño que a un jovencito casi desconocido, de poco más de catorce años que necesitaba trabajar para mantenerse, se le diera importancia y llamara la atención de los grandes personajes de las religiones de la época e hiciera nacer en ellos el empeño de acosarlo y perseguirlo con rencor. Pero, raro o no, eso es lo que sucedió y fue motivo de mucha tristeza para mí.
Sin embargo, esto no variaba el hecho de que yo había tenido una visión. Pienso que debía haberme sentido como se sentia el apóstol Pablo cuando habló en su defensa ante el Rey Agripa y le relató que había visto una luz y oido una voz, y muy pocos le creyeron; unos pensaron que era un mentiroso; otros que estaba loco y lo ridiculizaron e insultaron. Sin embargo, todo eso no hizo menos real su visión. El había tenido una visión y lo sabía, y toda la persecución del mundo no podría cambiar ese hecho; y aunque loacosaran hasta la muerte, él sabía y sabría hasta expirar que había visto una luz y oído una voz, y el mundo entero no podría hacerlo pensar o creer lo contrario.
Yo sentía lo mismo. Había visto una luz y en medio de ella a dos Personajes que me hablaron.Y a pesar de que me odiaban y perseguian porque había tenido una visión, esto seguía siendo cierto. Mientras me perseguían, insultaban y calumniaban, yo pensaba: " ¿Por qué me persiguen por decir la verdad?. Hetenido una visión. ¿Y quién soy yo para oponerme a Dios? ¿o por qué quiere el mundo hacerme negar lo que realmente he visto? ". Porque había tenido una visión y lo sabía; me constaba que Dios lo sabía, y no podía negarlo ni me hubiera atrevido porque si lo hacía ofendería a Dios y El me condenaría.
Se me había dado la respuesta en cuanto a las sectas religiosas: que no debía unirme a ninguna de ellas y debía seguir así hasta recibir más instrucciones. Había confirmado que las palabras de Santiago eran ciertas, que cuando uno quiere obtener más conocimiento puede pedirlo a Dios y recibirlo sin reproche
viernes, 20 de junio de 2008
¿ Jose Smith era racista ?
articulo tomado de www.teancum.es
LA RELACIÓN PERSONAL DE JOSEPH SMITH CON PERSONAS DE RAZA NEGRA
Joseph, a quien los de lengua castellana llamamos José Smith, es considerado un profeta de Dios por su gente, La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días. Lo consideramos un profeta como Pedro, Pablo, Abraham o Moisés: un hombre falible, sujeto a leves pasiones humanas -como todos los grandes profetas- pero inspirado por Dios para guiar a su pueblo, y al mundo entero si éste quiere (si no quiere, no, claro).
Es interesante estudiar su relación personal con los individuos negros que lo conocieron. No era una época fácil para aquella nueva Iglesia insertada en varios estados desde 1833, principalmente Missouri y después Illinois, donde hablar de religión a alguien de raza negra era causa de escándalo y aun de actos violentos. De aquellos días tenemos algunos relatos, la mayoría de cuando José Smith era alcalde de Nauvoo (una ciudad mormona en Illinois a orillas del Río Misisippi) en 1842, muchos años antes de que se aboliese la esclavitud en América:
Mientras José servía como alcalde de la ciudad, detuvieron a un hombre de color llamado Anthony por vender licor en domingo, lo cual era contrario a la ley. Él [Anthony] imploró diciendo que lo había hecho para conseguir el dinero necesario para comprar la libertad de su hijo, que era esclavo en un estado meridional. Hasta entonces había conseguido comprar su propia libertad y la de su esposa, y ahora deseaba traer su hijo pequeño a su nuevo hogar. José le dijo: “Lo siento, Anthony, pero la ley se debe cumplir, así que tendremos que ponerle una multa”.
Al día siguiente el hermano José se presentó a Anthony con un hermoso caballo, indicándole que lo vendiese y utilizase el dinero para comprar la libertad del niño.[1]
Daguerrotipo de Joseph Smith, tomado por Lucian Foster en 1843, cuando José era alcalde de Nauvoo.
En el Ayuntamiento de Nauvoo tuvo ocasión de defender los abusos contra la gente de raza negra, por lo cual se adjudicó la antipatía de las ciudades y los estados vecinos.
(Fotografía del daguerrotipo, ligeramente retocada, hoy en la Biblioteca del Congreso. La autenticidad de la fotografía ha sido corroborada por diversos especialistas. Ver http://comevisit.com/lds/faq-dld.htm.)
Como cuenta Darrick Evenson, “El caballo era muy apreciado por Joseph, un semental blanco de unos 500 dólares, suma muy elevada para aquel tiempo”[2]. Con ese dinero Anthony pudo obtener la libertad de su niño.
La filosofía del mormonismo, que Smith contribuyó a crear, era de absoluta igualdad de las razas ante Dios:
“[Dios] invita a todos a que participen de su bondad; y a nadie de los que vienen a él desecha, sean negros o blancos, esclavos o libres, varones o hembras”.
El Libro de Mormón, 2 Nefi 26:33.
Ello marcó sus tratos cotidianos y sus decisiones como líder. Hubo varios sucesos como el del negro Anthony. Éste es el relato de Darrick Evenson[3]:
En otra ocasión, siendo Joseph también alcalde de Nauvoo, un hombre blanco no-mormón había azotado terriblemente a un hombre negro por robarle algunos bienes. El hombre negro se llamaba Chism. Joseph preguntó a Chism si había robado aquellas cosas, y Chism contestó que sí. Joseph impuso a Chism una pequeña multa, pero arrestó al hombre blanco por azotar a Chism. Esto al parecer OFENDIÓ TERRIBLEMENTE a los hombres blancos de todas partes de aquel estado y del estado vecino de Missouri, que era esclavista. No mucho tiempo después, Joseph Smith fue arrestado bajo cargos falsos de traición y fue asesinado, junto con su hermano Hyrum, en la cárcel de Carthage, Illinois.
Tal vez sea más conmovedor el testimonio de una pionera mormona negra, “Tía Jane” James, que se bautizó en Connecticut y viajó desde allí hasta Nauvoo, a pie, con su familia y otros mormones negros en 1843:
¡[Recuerdo] aquella mano amable! [El Profeta José] nunca pasaba por donde yo estaba sin darme la mano dondequiera que estuviese. Oh, era el hombre más gentil y más bueno que yo haya visto sobre la tierra […]. Siempre me sonreía, siempre, como lo hacía con sus niños. Solía comportarse como si yo fuese su hija. […]
[Cuando llegamos a su casa] éramos ocho […]. La hermana Emma vino la primera a la puerta y dijo: “Entren, pasen todos ustedes”, y subió las escaleras, y entonces él bajó […] Supe que era el hermano José […].
Se fue y trajo al Dr. Bernhisel y a la hermana Emma, y les presentó a cada uno de nosotros, y dijo: “Ahora quiero que me cuenten cómo fue su duro viaje”. Y se lo contamos. Dio una palmada con las dos manos. “Dr. Bernhisel,” dijo, “creo que si yo hubiese tenido que hacer todo eso no habría venido; yo no tengo tanta fe”. […] Esto fue hace 69 años.[4]
Jane James (“Tía Jane”)
Pionera “mormona” de raza negra.
Nacida libre en Connecticut en 1822, se bautizó en la Iglesia en 1841. En 1843, con 20 años, llegó a Nauvoo caminando 1300 km al frente de un grupo de 8 miembros de raza negra. Por el camino habían sido despreciados y despojados de su equipaje a causa del color de su piel.
En Nauvoo mismo no fueron tan cálidamente recibidos como esperaban, hasta que José y Emma Smith los alojaron en su casa.
Tras el asesinato de los hermanos Smith, Jane se casó con Isaac Manning, miembro de la Iglesia de raza negra con quien siguió a Brigham Young a Salt Lake City, donde adquirieron una gran propiedad y tuvieron una familia muy numerosa. Isaac murió allí en 1891. Ella murió en 1908 a los 86 años. Su funeral fue presidido por el Presidente Joseph F. Smith, quien ofreció un discurso en su memoria.
(Abajo, “Tía Jane” con su esposo, Isaac Manning)
Aquel pequeño grupo de mormones negros que había recorrido a pie 1300 km encontró alojamiento entre la gente de Nauvoo, después de una semana. La jovencita Jane quedó sola en la casa de José y Emma.
En fin, me senté a llorar. Él vino y miró alrededor: “¿Dónde están todos tus amigos?”. Le dije: “Todos han encontrado sitio, pero yo no”, y rompí a llorar.
“No queremos lágrimas aquí”, dijo él.
“Pero”, dije yo, “no tengo hogar”.
[…] Así que salió y subió las escaleras y trajo a la hermana Emma y dijo: “Aquí hay una muchacha que dice que no tiene hogar ¿No crees que lo tiene aquí?”. Y ella dijo: “Si no le importa quedarse”. Él me dijo: “¿Quieres quedarte aquí?”.
Jane respondió un “sí, señor”, y allí se quedó, alojada en casa de los Smith, con lo puesto, es decir, unas telas raídas, porque les habían robado por el camino y ni sus zapatos conservaba. Emma, desde luego, le proporcionó toda la ropa que necesitó. “Tía Jane” mantuvo siempre una intensa gratitud hacia José Smith, a quien describe con admiración, casi con veneración, diríamos:
No sabría ni empezar a decirles cómo era José: era alto, de casi 1’90; era un hombre gentil, grande, noble, hermoso […] Cuando fue asesinado, yo creí morir también, y habría muerto si no hubiese sido por mis maestros[5].
Éste es el tributo de “Tía Jane” a su entrañable amigo José. Ella moriría tres años después de esta declaración. El Presidente de la Iglesia y sobrino de José Smith, Joseph Fielding Smith, presidiría su funeral en Salt Lake City y daría el discurso en su memoria.
Pero tal vez la relación más familiar de José Smith con una persona de raza negra la sostuvo con Elijah Abel. Elijah Abel era carpintero y amigo personal de José Smith, hasta tal punto que fue uno de aquellos siete intrépidos mormones que corrieron a Quincy, Illinois, a rescatar a José de una muerte segura en 1841[6]. Abel había nacido esclavo en Maryland en 1810, y se cree que se escapó de sus amos hacia 1830 huyendo a Canadá. En 1832 fue bautizado en la Iglesia de Jesucristo por Ezekiel Roberts y se casó con Mary Ann Adams, miembro de la Iglesia también de raza negra.
La relación con José fue muy estrecha, dado que Joseph Smith Sr., el padre del profeta, lo había tomado en adopción informal, costumbre no general pero sí relativamente frecuente en la época, con lo que se convirtió en “hermano adoptivo” de José[7].
Elijah Abel (1810-1884)
Ordenado élder en 1836, fue miembro del Tercer Quórum de los Setenta hasta su muerte en Salt Lake City, tras cumplir su tercera misión. Allí, él su esposa Mary Ann, también africana, regentaron el Hotel Farnham.
La figura de Elijah Abel es significativa porque en marzo de 1836 fue ordenado sacerdote (élder) en Kirtland, Ohio, probablemente por el mismo José Smith, y en diciembre del mismo año fue ordenado Setenta por Zebedee Coltrin[8]. Tras ello fue enviado como misionero a Canadá y a Nueva York. En 1839 fue miembro del Quórum de los Setenta de Nauvoo. Como carpintero, había ayudado en la construcción del Templo de Kirtland, trabajó en el de Nauvoo y posteriormente trabajaría en el de Salt Lake. Antes de su muerte, en 1884, serviría otra vez como misionero en Nueva York. Murió siendo miembro del Tercer Quórum de los Setenta.
De la actitud personal de José Smith es imposible deducir que tuviese sentimientos racistas. Vamos a ver su actitud cívica o política.
www.teamcum.es
martes, 17 de junio de 2008
¿La traducción de José Smith como la Biblia oficial de la iglesia?
La traducción de José Smith como la Biblia oficial de la iglesia
De FAIRMormon
Articulo Traducido con permiso de FAIR LDS por Wendy Rojas y redactado por Alberto Barrios y Andrew Miller
La pregunta
«Me pregunto por qué no utilizamos la traducción de la Biblia de José Smith como ‘nuestra’ Biblia. Usamos, por supuesto, la versión autorizada (en inglés es la King James Version, y en español es la versión Reina-Valera). Decimos abiertamente que José Smith tradujo las planchas de oro a lo que es hoy el Libro de Mormón, pero me parece que no somos tan osados al hablar de su traducción de la Biblia.»
La respuesta
La respuesta a esta pregunta es compleja. No hay una razón única por la cual no utilicemos la traducción de José Smith como la Biblia oficial. Sin embargo, aquí damos algunas razones:
1. La razón principal es que no ha habido una revelación que dirija a la iglesia a reemplazar la Biblia autorizada con la traducción de José Smith. Un cambio de esta magnitud requeriría una revelación que fuera presentada en la conferencia general y que fuera aceptada por los miembros de la iglesia.
2. Emma Smith retuvo los manuscritos originales de la traducción de José Smith cuando los miembros de la iglesia se fueron hacia Utah. Ella se quedó en Illinois. Después, ella se los dio a su hijo, José Smith III, y él imprimió la primera Biblia traducida por José Smith bajo el auspicio de la Iglesia Reorganizada de Jesucristo de los Santos de los Últimos días. En aquel entonces, había asperezas entre las dos iglesias (la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días y la Iglesia Reorganizada de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días). Parece que el Presidente Brigham Young sospechaba que la Iglesia Reorganizada había alterado el texto de José Smith y que éste no reflejaba la traducción original de José Smith. Esta falta de confianza—junto con el hecho de que la Iglesia de Jesucristo no tenía los derechos reservados de la obra—no permitió que los Santos de Utah acogieran la traducción de José Smith. Estas actitudes cambiaron únicamente por medio del interés y el uso de esta traducción de parte del apóstol Bruce R. McConkie, junto con la investigación de los manuscritos de parte de Robert Matthews a principios de la década de 1970.
3. Desde un punto de vista práctico, el adoptar la traducción de José Smith como la Biblia oficial sería una piedra de tropiezo para los conversos. No sólo ya se les pide que acepten a José Smith como profeta y al Libro de Mormón como escritura, sino que esto significaría pedirles que abandonen su Biblia tradicional. Hasta cierto punto, ya se les pide que adopten la versión Reina-Valera en español si es que usan otras versiones existentes. Aparte de eso, les estaríamos pidiendo dar un paso adicional y aceptar la versión de la Biblia traducida por José Smith, que ninguna otra iglesia utiliza. En este sentido, la versión autorizada que utilizamos sirven de conexión entre la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días y el resto del mundo cristiano.
4. Algunas porciones de la traducción de José Smith ya han sido canonizadas: El Libro de Moisés y José Smith—Mateo son ambos extractos de la traducción de José Smith.
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